jueves, 10 de julio de 2008

Crisis Andina VI: Ecuador y Conclusion

Ecuador: Por la defensa de la soberanía nacional

Superadas las duras negociaciones de la OEA, y los fríos estrechones de mano y los abrazos distantes concedidos entre Uribe, Chávez, Correa y Ortega al concluir el debate en la Cumbre de Río, el ánimo retaleatorio del presidente Correa bajó, pero nunca se apagó. ¿Por qué?

Desde que estalló la crisis, el presidente ecuatoriano ha sostenido su reacción inicial de total indignación. La única excepción a su dura postura se presenció cuando el presidente Uribe le informara vía telefónica –la mañana del 1 de Marzo- lo que aconteció, momento en el que no hubo reclamo. Sin embargo, y aunque como máximo líder del gobierno ecuatoriano llevar a cabo la protesta era razonable y hasta obligatoria, los motivos que explican su persistencia y la severidad de sus términos se esconden en gran parte en la coyuntura política actual del Ecuador, y en la aceptación que su implacable defensa de la soberanía nacional produjo internamente. Al mismo tiempo, y a pesar de que su avanzada diplomática en busca de obtener respaldo internacional con su posición surtió efecto inmediato, llevándose un duro regaño Bogotá; su falta de deferencia con la causa colombiana, el trato secundario que le dio a la presencia del campamento de las FARC en su territorio, y su terquedad por insistir en dignificar la muerte del ciudadano ecuatoriano que murió junto a Raúl Reyes y que era un activo colaborador de las FARC, comienza a causarle problemas.

Al embarcarse en una línea tan condenatoria de la acción colombiana, el presidente Correa se cerraba asimismo espacio político necesario para poder rectificar posiciones, sin que ello afectara su credibilidad interna. Efectivamente, tamaña demostración de indignación lo obligaban a mantener un altísimo nivel de coherencia entre lo que decía y lo que hacía. Más, cuando la tesa defensa que llevó a la OEA a través de su canciller y personalmente a la Cumbre de Río, le representaron fácilmente la que podría ser la mayor muestra de apoyo recibida por presidente ecuatoriano alguno desde que la Gran Colombia se deshizo en 1830. Los ecuatorianos estaban orgullosos de su presidente y así lo demuestra el 80% de aceptación que le dieron las encuestas sobre su conducción de la crisis En el mismo sentido, la prensa y los medios de comunicación en general multiplicaron al unísono su voz de protesta.

Su apuesta por consolidarse internamente cobra sentido si se tiene presente la crisis de gobernabilidad que ha sufrido el país, y que se manifiesta vivamente en la altísima rotación presidencial de los últimos 10 años durante los cuales 8 presidentes han pasado por el sillón presidencial. Algo en promedio equivalente a la llegada de uno nuevo cada 15 meses. Y con mayor razón, cuando el proceso de reforme constitucional –fundamental para su proyecto político y plataforma para consolidarse en el poder- se encuentra en pleno trámite de aprobación.

Pero desafortunadamente la información de los ordenadores también lo compromete. Esta revelaba la realización de una reunión secreta entre su ministro del Interior y Raúl Reyes, con el agravante de que previamente los presidentes de los dos países (Colombia y Ecuador) habían acordado que cualquier movimiento ecuatoriano en el sentido de buscar la liberación de los secuestrados se haría única y exclusivamente si el presidente Uribe lo autorizaba. Al fin y al cabo es un tema que aunque interesa a varios países de la región y del mundo, entre ellos Francia, Estados Unidos, Venezuela, y Ecuador, es algo fundamentalmente del fuero colombiano. Así las cosas ¿Este tipo de reuniones no son igualmente violatorias de la soberanía Colombiana? ¿Qué fue exactamente lo que se discutió en esa reunión? ¿Por qué la necesidad de hacerla clandestinamente? En fin, son preguntas que por más de que el presidente Correa insista en que la reunión cumplía un propósito estrictamente humanitario, quedarán abiertas. A ello, se suma el hecho de que aquella información también habla de la entrega de recursos por parte de las FARC a su campaña presidencial. Sobre esto, el presidente Correa ha salido con total vehemencia a desmentir los nexos, y ha desestimado la posibilidad de que los ordenadores sobrevivieran un ataque de tales proporciones.

Sin embargo, con el paso de las semanas el presidente Correa se ha visto obligado ha responder progresivamente por el tema de las FARC. En este sentido, no abordar el tema con suficiente firmeza desde el principio, y tratarlo como secundario y hasta irrelevante en comparación con el agravio que se cometió contra la patria, lo han puesto no sólo en situaciones incómodas con la prensa internacional, sino que ya motivaron el remezón más fuerte al interior de su gobierno desde su posesión. Este último, por cuenta de un enfrentamiento entre el presidente y sus altos mandos militares sobre información con la que contaban sus agencias de inteligencia que le fue entregada inoportunamente, señalando la complicidad de Aizala con las FARC. El presidente ya había hecho de la dignificación de su muerte un punto de honor. Ante el desatino que esto representaba, el presidente decidió recriminar fuertemente a los suyos en vez de rectificar, denunciando infiltración de la CIA en la institución, a lo que los altos mandos respondieron exigiéndole un “diálogo frontal y transparente”. Como resultado, la totalidad de la cúpula militar, y con ella, el ministro de Defensa se despidió.

Por último, mientras escribo estas últimas palabras el presidente Rafael Correa hace un anuncio que marca una profunda rectificación de su posición con las FARC. Sus palabras, pronunciadas después de más de 45 días de cometido el ataque, son enfáticas en advertirle a las FARC que cualquier incursión de ellas en territorio ecuatoriano se considerará una “acción de guerra” a la que responderán con toda determinación. Un momento importante sin duda, que permite pensar en la posibilidad de un diálogo más sensato en el futuro cercano entre dos países que se necesitan mutuamente y que de nada se benefician cuando la derrota del uno, se convierte en la victoria del otro.

Conclusión

Finalmente, pareciera que comenzamos a divisar la manifestación de posturas más firmes, no sólo frente al intervencionismo de Chávez en los asuntos internos de los otros países, sino también, frente a la obligación que se deben los países de cooperar ante fenómenos transnacionales, como el terrorismo y el narcotráfico. La posición sentada el 25 de Abril por Celso Amorim, Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, nos invita a pensar así cuando en vísperas de una cumbre Chávez-Lula recalcó que Brasil “discrepa totalmente de la posición del presidente de Venezuela en relación a las FARC como fuerza beligerante” y señalaba que tanto su gobierno como su presidente no son neutros entre las FARC y el gobierno de Colombia.


Este es un gesto de enorme firmeza, pero al mismo tiempo de enorme tacto de Brasil hacia Colombia y Venezuela. Con él, denota una enorme inteligencia diplomática del que debieran tomar nota todos los países del hemisferio, en tanto reconoce la importancia de ejercer una política exterior balanceada y ecuánime entre el trato que se deben los países vecinos, y el debido respeto que en términos realistas se merece Estados Unidos. Mientras que Colombia ha descuidado su política exterior dentro de la región, depositando de manera desproporcionada sus esfuerzos en Estados Unidos, y por ende dependiendo del vaivén de su política interna, Venezuela y su bloque de países amigos han abusado de su retórica antiimperialista y divisoria, combustionando la región, y radicalizando de paso sus propios procesos políticos internos. Por último, la marginalización de Estados Unidos en la crisis, como bien hace en señalar el reconocido analista de la región Peter Hakim, demuestra que Latinoamérica ha dejado de ser su “patio trasero”.

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