viernes, 18 de julio de 2008

El Fatídico Año de tres Aliados y el Efecto Bumerang de sus Desaciertos: Piedad Córdoba, Hugo Chávez, y las FARC

(Piedad Córdoba habla en el Diálogo Interamericano, Washington DC, Enero 30, 2008)


Sobre el rol de Chávez en el proceso: "Tanto el intercambio humanitario como la paz entre la guerrilla y el Gobierno de Colombia definitivamente deben pasar por Caracas" Piedad Córdoba

En la tarde del 30 de enero del año en curso, casi 6 meses atrás, la senadora colombiana Piedad Córdoba expuso sus argumentos sobre el acuerdo humanitario y la mediación del presidente venezolano Hugo Chávez, en las instalaciones del Diálogo Interamericano en Washington DC. Sus planteamientos denotaron una innegable complacencia con la intervención de Hugo Chávez en los asuntos domésticos colombianos, y condescendencia con las FARC. Sobre el grupo irregular, evadió toda provocación de parte de los participantes del foro, que buscaron una declaración suya en términos descalificadores de la guerrilla y sus métodos. Mediación no puede y no debe ser sinónimo de absolución de violaciones a los derechos humanos. Pero dio a saber que fue víctima del secuestro, y que lo rechaza; nada más. Entre tanto, la invitada sostuvo que el presidente Venezolano estaba en su derecho de intervenir, siempre que los efectos del conflicto colombiano repercuten en su país. Y fue más allá. También afirmó, que el rol de mediación de Chávez en el acuerdo humanitario era inamovible. En su opinión, el éxito del acuerdo e incluso también de la solución del conflicto colombiano, dependía de la participación del venezolano en el proceso. Según lo manifestó en aquella oportunidad, la superación de estos asuntos de histórica trascendencia para Colombia pasaba por Caracas, sí o sí.

Las posturas de Córdoba han producido un rechazo profundo en los colombianos. Después de las FARC y Chávez, seguramente no hay un actor político más impopular en la política nacional que la senadora Córdoba. Para la mayoría de los colombianos, resulta incompresible que se le brinde avales a la guerrilla, se intente legitimar su causa, y tomar bando con quienes por ello abogan. Tanto la senadora como el presidente venezolano, tiñeron su capacidad mediadora tras violar en reiteradas ocasiones el principio de imparcialidad y objetividad que requerían sus labores. Claramente, imágenes de la senadora abrazándose con las camarillas de las FARC, o aplaudiendo las insólitas arremetidas de Chávez contra Uribe, cayeron muy mal entre los colombianos.

Por otro lado, las pruebas de supervivencia que en el mes de febrero se hicieron públicas, y que confirmaron las deplorables condiciones en las que las FARC mantienen a los secuestrados dejaron una profunda huella en la conciencia nacional. El desfile de imágenes de los secuestrados encadenados y el emblemático cuadro de Ingrid (hoy liberada), de aspecto lúgubre y humillada, pero digna, que dio la vuelta al mundo, eran evidencia irrefutable de las prácticas abominables que definen el diario operar de esta guerrilla.

Tanto la conmoción colectiva que causaron las imágenes, como las interminables e insólitas arremetidas de Chávez contra Uribe, llevaron a los colombianos a acercarse como nunca entre unos y otros, y a hacerlo aun más con su presidente. Del presidente Chávez, cuya beligerancia no cesaría sino hasta la Cumbre de Río, los colombianos ya desconfiaban. Y fue por ahí, tras la aparición de las computadoras de Raúl Reyes, que se desenmascaraba su turbia relación con las FARC. Simplemente irrebatible. El indignado y enfurecido exmediador, hombre de “paz” y liberaciones, no lo era en realidad.

El 1 de Marzo las FARC, pero igualmente Chávez, sufrieron un brutal revés. A Chávez, la desdicha de las computadoras le perseguirán sin descanso.

Gobierno y FARC no pueden bajo ningún pretexto ser objeto del mismo tipo de juicio por la suerte de los secuestrados. Así parece que finalmente lo ha entendido Chávez, ya sea por que la reflexión a ello lo condujo, o más probable, los hechos y sus propios reveses así se lo plantearon. Son las FARC las directas responsables de la vida de los secuestrados, y no hay justificación para exigirles nada diferente a la renuncia inmediata a los brutales métodos que utilizan. En buena hora, quienes en un principio eludieron hacer dicha exigencia, se han visto obligados a regañadientes a revisar y corregir posiciones.

Sobre la marcha del 4F: "No podemos marchar para un solo lado. Yo apoyo una marcha en favor del intercambio humanitario pero no una que busca exacerbar los ánimos" Piedad Córdoba

"Yo creo que esa marcha es de odio y de racismo, de clasismo y de exclusión.” Piedad Córdoba
4 de febrero de 2008

Es inconcebible. La senadora señalaba como uno de sus puntos centrales lo siguiente: que no existe diferencia entre los guerrilleros presos y los secuestrados en poder de la guerrilla. Para Córdoba, la retención de civiles, la de los miembros de la fuerza pública y la de los guerrilleros, es lo mismo, equiparando las razones y justificaciones por las que unos y otros son retenidos, y las condiciones del confinamiento de quienes están en las selvas con las de quienes se encuentran en las cárceles del país. En otras palabras, sugería que el estado colombiano incurría en violación de derechos humanos de la misma manera que las FARC. Como observador, no puede dejar de parecerme extraño la manera como Córdoba, que se autoproclama constantemente como una “luchadora social” y humanitaria, plantea las cosas. A pesar de la evidencia, de las cadenas, de la tortura, de las caras abatidas, del dolor de las imágenes, la senadora se negaba a reclamarle a las FARC.

Aunque disentir hace parte esencial de la democracia, para hacerlo, es imprescindible y deber hacerlo sin sofismas, sin cuentos chinos. Hay principios sobre los que no puede haber duda. Y por ello, resultaba incomprensible que una persona tan conocedora de la realidad nacional, se negara a acompañar la marcha en la que el 4 de febrero más de 9 millones de colombianos se tomaron las calles de toda Colombia, y plazas de muchas ciudades del mundo para protestar contra el secuestro y contra las FARC ¿Cómo no alzar banderas para gritar NO al secuestro, y NO a los violentos? Y ¿Cómo no alzar banderas para gritar SI a la vida, y Si a las vías democráticas? Estos principios no se negocian en una democracia. No obstante, y a pesar de la fuerza, de lo genuina y de lo sentida de la protesta, la senadora decidió referirse a ella como una “de odio, racismo y discriminación social”.


Sobre las FARC: “Es supremamente importante decirle a la sociedad colombiana y la sociedad humana de todo el mundo que las FARC son un ejército supremamente fuerte en este momento, que es muy sólido, tiene mucha gente joven, muchas mujeres,….existe un secretariado bastante consolidado…el conflicto está empatado en Colombia…son 57 frentes de las FARC… es una guerrilla que está viva y coleando.” Piedad Córdoba

Terminada la guerra fría, vivimos en un contexto histórico completamente diferente que parece indescifrable para las FARC. Pasa el tiempo y las posibilidades que el grupo tiene de incidir a través de una negociación con el gobierno sobre el modelo de sociedad que su plataforma ofrece, se reducen. Después de la operación “Jaque”, la capacidad negociadora y de presión de la guerrilla quedó moribunda.

Antes de los últimos golpes sufridos por el grupo guerrillero, el modelo autoritario del presidente Chávez, con su socialismo del siglo XXI que es todo y nada, su retórica bolivariana, antiimperialista, anti-neoliberal pero que en concreto va directo a empobrecer más a un país a pesar de su inigualable riqueza petrolífera, fue visto por las FARC como la mejor plataforma, efectiva en su juicio, y disponible a su alcance para retomar el oxígeno político que su miopía y sordera les impedía buscar por otros caminos. Una Venezuela sin industria, sin producción agrícola, con importaciones a la lata, con tozudos controles de precios que generan desabastecimiento y una inflación desbordada (la más alta en Latino América) que a quienes primero afecta es a los pobres, difícilmente parecía la solución a cualquier problema. Ni hablar del desmoronamiento de su democracia, de la corrupción rampante y generalizada de sus instituciones y la fuerte violencia e inseguridad que se vive en sus ciudades.

Pero en aquel entonces ni Córdoba, ni Chávez, ni las FARC se imaginaban el fatídico año que les esperaba. Primero, Chávez perdía el referendo del 2D, luego Chávez y las FARC perdían a Emmanuel, las FARC y aparentemente también Chávez perdían a Raúl Reyes, a la semana las FARC perdían a Iván Ríos, y en cuestión de semanas a su líder histórico Tiro Fijo. Adicionalmente a Ingrid, a los 3 americanos y a los 11 soldados. Y los colombianos y sus familias los recuperábamos. Paradójicamente tanto Chávez como las FARC perdieron su aura de invencibilidad en esta última coyuntura; el primero en el campo electoral, y las FARC en el campo militar. Estos duros golpes, aparecieron simultáneamente con las parlanchinas computadoras de Raúl Reyes y su valiosa información. Finalmente, para rematar, parece que las FARC también han perdido a Chávez; pero habrá que ver. ¿Será sincero su cambio de posición?


jueves, 10 de julio de 2008

Crisis Andina VI: Ecuador y Conclusion

Ecuador: Por la defensa de la soberanía nacional

Superadas las duras negociaciones de la OEA, y los fríos estrechones de mano y los abrazos distantes concedidos entre Uribe, Chávez, Correa y Ortega al concluir el debate en la Cumbre de Río, el ánimo retaleatorio del presidente Correa bajó, pero nunca se apagó. ¿Por qué?

Desde que estalló la crisis, el presidente ecuatoriano ha sostenido su reacción inicial de total indignación. La única excepción a su dura postura se presenció cuando el presidente Uribe le informara vía telefónica –la mañana del 1 de Marzo- lo que aconteció, momento en el que no hubo reclamo. Sin embargo, y aunque como máximo líder del gobierno ecuatoriano llevar a cabo la protesta era razonable y hasta obligatoria, los motivos que explican su persistencia y la severidad de sus términos se esconden en gran parte en la coyuntura política actual del Ecuador, y en la aceptación que su implacable defensa de la soberanía nacional produjo internamente. Al mismo tiempo, y a pesar de que su avanzada diplomática en busca de obtener respaldo internacional con su posición surtió efecto inmediato, llevándose un duro regaño Bogotá; su falta de deferencia con la causa colombiana, el trato secundario que le dio a la presencia del campamento de las FARC en su territorio, y su terquedad por insistir en dignificar la muerte del ciudadano ecuatoriano que murió junto a Raúl Reyes y que era un activo colaborador de las FARC, comienza a causarle problemas.

Al embarcarse en una línea tan condenatoria de la acción colombiana, el presidente Correa se cerraba asimismo espacio político necesario para poder rectificar posiciones, sin que ello afectara su credibilidad interna. Efectivamente, tamaña demostración de indignación lo obligaban a mantener un altísimo nivel de coherencia entre lo que decía y lo que hacía. Más, cuando la tesa defensa que llevó a la OEA a través de su canciller y personalmente a la Cumbre de Río, le representaron fácilmente la que podría ser la mayor muestra de apoyo recibida por presidente ecuatoriano alguno desde que la Gran Colombia se deshizo en 1830. Los ecuatorianos estaban orgullosos de su presidente y así lo demuestra el 80% de aceptación que le dieron las encuestas sobre su conducción de la crisis En el mismo sentido, la prensa y los medios de comunicación en general multiplicaron al unísono su voz de protesta.

Su apuesta por consolidarse internamente cobra sentido si se tiene presente la crisis de gobernabilidad que ha sufrido el país, y que se manifiesta vivamente en la altísima rotación presidencial de los últimos 10 años durante los cuales 8 presidentes han pasado por el sillón presidencial. Algo en promedio equivalente a la llegada de uno nuevo cada 15 meses. Y con mayor razón, cuando el proceso de reforme constitucional –fundamental para su proyecto político y plataforma para consolidarse en el poder- se encuentra en pleno trámite de aprobación.

Pero desafortunadamente la información de los ordenadores también lo compromete. Esta revelaba la realización de una reunión secreta entre su ministro del Interior y Raúl Reyes, con el agravante de que previamente los presidentes de los dos países (Colombia y Ecuador) habían acordado que cualquier movimiento ecuatoriano en el sentido de buscar la liberación de los secuestrados se haría única y exclusivamente si el presidente Uribe lo autorizaba. Al fin y al cabo es un tema que aunque interesa a varios países de la región y del mundo, entre ellos Francia, Estados Unidos, Venezuela, y Ecuador, es algo fundamentalmente del fuero colombiano. Así las cosas ¿Este tipo de reuniones no son igualmente violatorias de la soberanía Colombiana? ¿Qué fue exactamente lo que se discutió en esa reunión? ¿Por qué la necesidad de hacerla clandestinamente? En fin, son preguntas que por más de que el presidente Correa insista en que la reunión cumplía un propósito estrictamente humanitario, quedarán abiertas. A ello, se suma el hecho de que aquella información también habla de la entrega de recursos por parte de las FARC a su campaña presidencial. Sobre esto, el presidente Correa ha salido con total vehemencia a desmentir los nexos, y ha desestimado la posibilidad de que los ordenadores sobrevivieran un ataque de tales proporciones.

Sin embargo, con el paso de las semanas el presidente Correa se ha visto obligado ha responder progresivamente por el tema de las FARC. En este sentido, no abordar el tema con suficiente firmeza desde el principio, y tratarlo como secundario y hasta irrelevante en comparación con el agravio que se cometió contra la patria, lo han puesto no sólo en situaciones incómodas con la prensa internacional, sino que ya motivaron el remezón más fuerte al interior de su gobierno desde su posesión. Este último, por cuenta de un enfrentamiento entre el presidente y sus altos mandos militares sobre información con la que contaban sus agencias de inteligencia que le fue entregada inoportunamente, señalando la complicidad de Aizala con las FARC. El presidente ya había hecho de la dignificación de su muerte un punto de honor. Ante el desatino que esto representaba, el presidente decidió recriminar fuertemente a los suyos en vez de rectificar, denunciando infiltración de la CIA en la institución, a lo que los altos mandos respondieron exigiéndole un “diálogo frontal y transparente”. Como resultado, la totalidad de la cúpula militar, y con ella, el ministro de Defensa se despidió.

Por último, mientras escribo estas últimas palabras el presidente Rafael Correa hace un anuncio que marca una profunda rectificación de su posición con las FARC. Sus palabras, pronunciadas después de más de 45 días de cometido el ataque, son enfáticas en advertirle a las FARC que cualquier incursión de ellas en territorio ecuatoriano se considerará una “acción de guerra” a la que responderán con toda determinación. Un momento importante sin duda, que permite pensar en la posibilidad de un diálogo más sensato en el futuro cercano entre dos países que se necesitan mutuamente y que de nada se benefician cuando la derrota del uno, se convierte en la victoria del otro.

Conclusión

Finalmente, pareciera que comenzamos a divisar la manifestación de posturas más firmes, no sólo frente al intervencionismo de Chávez en los asuntos internos de los otros países, sino también, frente a la obligación que se deben los países de cooperar ante fenómenos transnacionales, como el terrorismo y el narcotráfico. La posición sentada el 25 de Abril por Celso Amorim, Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, nos invita a pensar así cuando en vísperas de una cumbre Chávez-Lula recalcó que Brasil “discrepa totalmente de la posición del presidente de Venezuela en relación a las FARC como fuerza beligerante” y señalaba que tanto su gobierno como su presidente no son neutros entre las FARC y el gobierno de Colombia.


Este es un gesto de enorme firmeza, pero al mismo tiempo de enorme tacto de Brasil hacia Colombia y Venezuela. Con él, denota una enorme inteligencia diplomática del que debieran tomar nota todos los países del hemisferio, en tanto reconoce la importancia de ejercer una política exterior balanceada y ecuánime entre el trato que se deben los países vecinos, y el debido respeto que en términos realistas se merece Estados Unidos. Mientras que Colombia ha descuidado su política exterior dentro de la región, depositando de manera desproporcionada sus esfuerzos en Estados Unidos, y por ende dependiendo del vaivén de su política interna, Venezuela y su bloque de países amigos han abusado de su retórica antiimperialista y divisoria, combustionando la región, y radicalizando de paso sus propios procesos políticos internos. Por último, la marginalización de Estados Unidos en la crisis, como bien hace en señalar el reconocido analista de la región Peter Hakim, demuestra que Latinoamérica ha dejado de ser su “patio trasero”.

Crisis Andina III: Venezuela

Venezuela: Hugo Chávez: De la beligerancia a la abrupta reconciliación

¿Por qué se mete Hugo Chávez en la pelea?


La decisión del presidente Chávez ha sido interpretada por algunos como un gesto de solidaridad con Correa, y/o con las FARC, y por supuesto un acto de retaliación contra Uribe a quien no le perdona que lo haya removido de su rol de mediador en el acuerdo humanitario colombiano. Otra versión que cada día adquiere más adeptos es que la reacción obedece a una fórmula de distracción para movilizar apoyo interno a su favor. Mi hipótesis es que hay de todas un poco, y el grado de aplicabilidad de una u otra teoría varía a medida que la crisis evoluciona

En el momento de sucederse el ataque los márgenes de aceptación del presidente Chávez eran un pobre 34% frente al 67% de principios de 2005 según lo registró la firma Datos. Por otra parte, el pasado 2 de Diciembre el presidente recibió su primera derrota electoral en muchos años, cuando el NO derrotó su Referendo eliminando su posibilidad de reelección indefinida. Frente a estos hechos Chávez buscaba: primero, distraer la atención sobre el caos interno, y segundo, despertar un sentimiento nacionalista con el propósito de recoger apoyo a su favor ante la “amenaza” de agentes externos. Esto último, con el fin de ganar el impulso necesario que le permita obtener una victoria significativa en los comicios regionales de Noviembre, y recuperar el terreno perdido frente a una oposición que después de estar muerta en vida, se viene revitalizando.

En este sentido, los resultados de su incursión en la crisis fueron sin duda decepcionantes. Mientras que Uribe y Correa, vieron cómo rápidamente la opinión pública, los diferentes sectores políticos (incluso los de oposición), y la ciudadanía en general les brindaba un decidido espaldarazo, lo mismo no ocurrió con Chávez. Por el contrario, la naturaleza divisoria de su liderazgo ha radicalizado tanto la política venezolana, y su reacción de movilizar tropas fue tan desatinada, que la oposición no sólo no lo apoyó, sino que convencidamente tomó lado con Colombia, reprochando lo que reconocían era un acto de enorme irresponsabilidad con fines netamente políticos y electorales.

La cara más visible de la oposición del presidente Chávez en la actualidad, es su otrora ministro de defensa y quien fuera uno de los generales que replegaron el intento golpista en su contra durante el mes de abril de 2002, el General Baudel. El lleva la voz más crítica de su aventura bélica, y de ello dejó constancia, cuando ante la orden de movilizar las tropas por parte de Chávez, este instaría enfáticamente al ejército venezolano a no ceder ante los intentos del presidente de utilizarlos ““como brazo ejecutor de acciones con fines políticos y personalistas” ya que no existe “un enemigo ni acción, que viole la soberanía ni lesiona los intereses de la nación para que se justifique una guerra”.

¿Por qué desiste y acude rápidamente a restablecer relaciones con su homólogo colombiano, de paso, dejando en el camino a su aliado ecuatoriano?

Durante los últimos meses el Presidente Chávez no ahorró adjetivos y epítetos contra el Presidente Uribe, en una insólita exhibición de obstinación por recordarle que de ninguna manera lo perdonaba por haberlo retirado de su rol como mediador del proceso del acuerdo humanitario. En adelante, Chávez no desperdiciaría oportunidad para insultarlo, y por supuesto, el ataque en suelo ecuatoriano no sería la excepción.

Pero de repente, cuando la crisis Ecuador-Colombia se encontraba en su clímax -que claramente su retórica y movimiento de tropas agravó- todo cambió. Inesperadamente para la mayoría, el presidente Chávez se presentó a la Cumbre de Río desplegando una enorme voluntad pacifista y de reconciliación. Durante la Cumbre, no habría un solo improperio de su parte hacia el presidente de Colombia. Algo remarcable, ya que incidentes como la reunión general de Naciones Unidas de 2007 en la que tuvo el brío de llamar a George W. Bush “el diablo”, demuestran que el protocolo diplomático, comúnmente respetado por todos los mandatarios del mundo en estas instancias, no es precisamente un móvil de circunspección para Chávez.

Curiosamente, el giro en su retórica y comportamiento coincidió con la revelación de la información encontrada en los ordenadores. Con todo y que previamente el presidente Chávez había venido manifestando un desproporcionado y abierto respaldo a las FARC, llevando a los colombianos a sospechar de la sinceridad de sus intenciones en el proceso de la liberación de los secuestrados, hasta el momento no eran más que sospechas. En términos concretos, no existía nada lo suficientemente contundente y sólido, que constatara lo que sin duda sería una conducta no sólo irresponsable, sino hasta criminal y malintencionada del presidente Chávez contra el gobierno democráticamente elegido de Colombia.

Por otro lado, para los otros países de la región que concuerdan con la necesidad de mantener buenas relaciones con Chávez, pero que no tienen previsto ni aspiran a ser parte del proyecto Bolivariano sencillamente por que no lo comparten, la existencia de esta alianza genera alarma. La lógica es la siguiente: si a la interferencia abierta de Hugo Chávez en las elecciones de otros países y otros asuntos internos, se suma la posibilidad de una política de injerencia a través de grupos irregulares de clara vocación desestabilizadora en contra de gobiernos legítimos, el cóctel cobra una peligrosidad simplemente imposible de obviar. El punto se agrava aún más cuando se incorpora al análisis la estrecha coexistencia que las FARC tienen con el negocio del narcotráfico. Por lo tanto, la confirmación de nexos de este tipo, que claramente van más allá de brindarle a las FARC una plataforma política ante la eventualidad de una negociación política con el gobierno de Colombia, pondría seriamente en entredicho su compromiso de lucha contra este negocio ilegal. Ello, reforzaría aun más la necesidad de tomar distancia de su proyecto político, pronunciando la posibilidad de su aislamiento, y por lo tanto, golpeando fuertemente su posición de poder dentro del concierto latinoamericano de naciones.

En cuanto a los efectos internos, el hecho podría significarle más problemas de los que actualmente resiste. Ante la delicada situación de escasez de alimentos, de creciente inflación, y de alarmantes niveles de inseguridad, resulta casi imposible concebir que los venezolanos no le reprochen el desvió de importantes sumas de recursos públicos a destinatarios como las FARC. Ya eran bastantes las críticas por parte de la oposición y el malestar generalizado entre los venezolanos por cuenta de las excéntricas campañas diplomáticas del presidente Chávez, en las que suministraba petróleo barato, el petróleo de los venezolanos, a los pobres de ciudades como Londres o Nueva York.


En últimas, el pragmatismo de Chávez prevaleció. En ese sentido, ante el reconocimiento de tanto daño, prefirió buscar la reconciliación con su par colombiano.

Crisis Andina II: Colombia

Colombia: “Ningún gobierno se va a quedar con los brazos cruzados siendo testigo de cómo sus nacionales son asesinados desde el otro lado de la frontera.” (Fernando Araujo, Canciller colombiano, Marzo 26)

Ante la magnitud de la avalancha diplomática que tuvo que enfrentar el gobierno colombiano tras el episodio del ataque, claramente interpretado por la región como una violación a la soberanía de Ecuador, resulta fundamental entender por qué Colombia lo llevó a cabo a pesar de las consecuencias diplomáticas que este podría significarle.

A pesar de que el gobierno reconoce que violó la integridad territorial de su vecino, y por ello presentó excusas reiterativamente, este insistirá en que en ningún momento la acción iba dirigida a los ecuatorianos. Por el contrario el ataque apuntaba directamente al campamento de las FARC.

Colombia defendía su caso bajo el principio de la legítima defensa en contra de una organización terrorista, cuyo principal objetivo no es otro que derrotar a un gobierno que ha sido democráticamente elegido. Por esta razón, el bombardeo se realizaba en nombre de su “seguridad nacional”, y se justificaba ante la realidad de que son las FARC, las que en primer lugar no respetan fronteras. En este marco, el presidente Uribe, su canciller, y su embajador ante la OEA, señalaron una y otra vez la obligación que tienen todos los países de darle cumplimiento a la resolución 1373 de 2001 de Naciones Unidos, que insta a los gobiernos a impedir “que quienes financian, planifican, facilitan o cometen actos de terrorismo utilicen sus territorios respectivos para esos fines, en contra de otros Estados o de sus ciudadanos”.

El gobierno colombiano, liderado por el Presidente Uribe, estaba plenamente dispuesto -lo cual no quiere decir que necesariamente preparado- a pagar el costo diplomático de la acción militar en suelo ecuatoriano. Desde que Álvaro Uribe tomó posesión el 7 de Agosto de 2002, su compromiso de combatir a las FARC sería una de las prioridades de su plataforma de gobierno, justificado sobre el claro mandato que el pueblo colombiano le daba de hacerlo. En consecuencia, la reelección presidencial (prohibida en la Carta Constitucional de 1991) se aprobaría en el 2004 bajo el argumento de darle continuidad y sostenibilidad particularmente a su política de “Seguridad Democrática”, cuyo principal objetivo es la recuperación del monopolio del uso legítimo de la fuerza y la “restauración” de la presencia territorial del estado. No sobra recordar que dicha política ha sido el fundamento de su altísima popularidad cuyos márgenes de aceptación a lo largo de 6 años han sido en promedio superiores al 60% y alcanzaron una cifra record de 84% durante la actual crisis. Así mismo, tasas de crecimiento económico record que en 2007 alcanzaban el 6.80% han fortalecido su posición.

Caso distinto es el de las FARC, que no en vano, fueron el motivo de inspiración de la movilización más multitudinaria en la historia del país. El 4 de Febrero, más de 9 millones de colombianos salieron a las calles de las principales ciudades del país, y se congregaron en plazas de muchas otras ciudades del mundo como Washington, Madrid, París, Caracas, e incluso Quito, en protesta por las atroces prácticas con las que comulga este grupo guerrillero. Además de su significativa participación en el negocio del narcotráfico para financiar su actividad militar, las FARC también son responsables del mayor reclutamiento de niños y niñas entre los actores del conflicto, y los mayores secuestradores del mundo con más de 700 secuestrados en su poder. Entre ellos, 3 estadounidenses, y la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, también de nacionalidad francesa. Su extenso historial criminal incluye acciones como: la bomba del Club el Nogal en Bogotá, en la que mueren 36 personas y más de 200 quedan gravemente heridas; la masacre de Bojayá en 2002 en donde 119 civiles mueren calcinadas por “cilindros bomba” lanzados por las FARC al interior de una iglesia; y la ejecución de 11 diputados de la Asamblea del Valle en 2007; entre sólo algunos. Tanto el repudio de los colombianos hacia las FARC, como el calificativo de terroristas dado por los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, no son gratuitos.

Por todo lo anterior, el gobierno colombiano creyó tener razones suficientes para justificar su acción. No obstante, la lenta reacción que tuvo para contener la avanzada diplomática del presidente Correa, nos lleva a pensar que subestimó la respuesta de la comunidad internacional, reflejando la inexistencia de una estrategia diplomática internacional efectiva para vender la causa colombiana en el exterior. La revista colombiana SEMANA resume la situación de la siguiente manera: “a pesar de tener suficientes argumentos a favor de la acción militar contra el campamento de las FARC en donde se encontraba ‘Raúl Reyes’, (Colombia) está perdiendo la batalla diplomática para justificar este acto ante la comunidad internacional.”

De todas maneras, dar muerte a Raúl Reyes, reconocido como el incuestionable sucesor del envejecido Manuel Marulanda Vélez alias “Tirofijo” (máximo líder de la organización), era un triunfo monumental para el gobierno. Los mismos analistas del conflicto armado confirman este golpe como el de mayor impacto en los casi 50 años de vida de las FARC. Por ello, es lógico concluir que incluso ante la inesperada reacción de la comunidad internacional –desde la perspectiva colombiana-, el gobierno colombiano pagaría lo que le costase el precio de su acción. Confirmado el paradero exacto del líder guerrillero, no había lugar para abortar o poner en riesgo la misión. Era una decisión irreversible, y la falta de aviso previo al Ecuador, una clara señal de desconfianza.

Es tan significativo el golpe, que a pesar de los resultados que venía obteniendo el actual gobierno contra miembros de la cúpula de las FARC (Simón Trinidad, Sonia, Negro Acacio, Rodrigo Granda, Martín Caballero), nada lograba cambiar el imaginario de los colombianos con respecto a la imposibilidad de derrotar militarmente a la guerrilla. Con la muerte de Raúl Reyes, y en menos de una semana la muerte de Iván Ríos –el séptimo hombre del secretariado en la línea de mando- a manos de uno de sus propios hombres, esto cambió en Colombia.

Hoy ya hay quienes afirman que el mito de “la invencibilidad” de la guerrilla ha caído, incluso a pesar de que 40 años de guerra son muchos para señalar con tanta confianza la eminente proximidad del fin de las FARC. No obstante, la verdad es que la organización atraviesa un momento crítico, y su moral debe estar muy afectada tras este par de bajas. El analista militar Eduardo Pizarro Leóngomez personifica este sentimiento cuando sostiene en su columna semanal del diario colombiano El Tiempo que “no es un exceso de optimismo afirmar que nos estamos acercando al final de conflicto armado” ya que “a la desmovilización colectiva de las Auc se añade el debilitamiento creciente del ELN y de las FARC.” No obstante, dicho fin estará expuesto a prolongarse, si es que los vecinos de Colombia persisten en desconocer la responsabilidad que les atañe, y que se deben a si mismos, de cerrarle decididamente los espacios –políticos, territoriales, económicos- a organizaciones como las FARC.

Habiendo quedado clarísima la posición de la comunidad internacional sobre la inviolabilidad de las fronteras cualquiera que sea el pretexto, sobre todo en una región de tantos diferendos limítrofes (Chile: Bolivia, Chile: Perú, Colombia: Nicaragua), los asuntos que quedaron pendientes (los puntos de Colombia) prometen tener unos efectos colaterales de enormes consecuencias que tarde o temprano tendrán que enfrentarse. La información de los ordenadores es algo que todos aquellos que han sido antagonizados por Chávez, entre ellos, el presidente Uribe, la oposición venezolana, los Estados Unidos, etc., no dejarán ir así de fácil.

Crisis Andina I: Introducción

La Crisis Andina
El trasfondo político de sus causas, resolución y vigencia futura
Abril 20 de 2008
Por German Sarmiento

Resumen
Con el propósito de obtener una mejor comprensión de las razones, el significado y las implicaciones de la reciente crisis andina, protagonizada por Colombia, Ecuador y Venezuela, el análisis busca encontrar respuesta a estas preguntas a través de una mirada a las coyunturas políticas específicas de estos tres países en el marco del contexto latinoamericano actual.

Summary
With the purpose of obtaining a more comprehensive understanding of the reasons, the meaning and the implications behind the recent Andean Crisis, the following analysis tries to find answers to these questions by looking inside the specific political junctures of its protagonists, Colombia, Ecuador and Venezuela.


Palabras Clave: FARC. Soberanía. Ordenadores. Crisis. Narcotráfico


Crisis Andina: ¿Qué pasó?


Entrada la madrugada del 1 de Marzo el ejército colombiano, apoyado por inteligencia estadounidense, bombardeó un campamento de las FARC que se encontraba ubicado en plena selva amazónica al interior de territorio ecuatoriano, -aproximadamente a 1,800 metros de la frontera entre los dos países-. El operativo militar dio muerte al segundo comandante de esta guerrilla, Luis Edgar Devia Arias alias Raúl Reyes y a otras 22 personas, entre guerrilleros, un ecuatoriano (Franklin Aizala), y cuatro estudiantes mexicanos. Acto seguido, militares colombianos incursionaron en el lugar de los hechos, aseguraron la zona, y recuperaron los cuerpos de Reyes y Aizala, los cuales traerían consigo a Bogota. Adicionalmente, las autoridades colombianas encontraron tres ordenadores portátiles, discos duros y memorias USB, que al revisarse por el gobierno colombiano develaron información que apuntaría, de comprobarse su autenticidad, a una alianza de colaboración activa no sólo política sino también económica y financiera, de los gobiernos de Venezuela y Ecuador con las FARC, y viceversa.

El episodio, que en principio involucró de manera directa a los países de Colombia y Ecuador, dio origen a una tensa espiral de reacciones diplomáticas. El gobierno de Ecuador, encabezado por, su presidente Rafael Correa, reaccionó con total rechazo, dando una verdadera demostración de indignación, calificando el hecho de inaceptable. Para él, la acción suponía una grave violación de la soberanía y la integridad territorial de su país, y advertía que por ningún motivo cedería en su empeño por lograr su condena. Tras los hechos, el presidente Correa emprendería una gira internacional por varios países de la región, entre ellos Perú, Brasil, Nicaragua y Venezuela, buscando la solidaridad de estos países con su posición.

Por su parte, el presidente Hugo Chávez, que desde hace meses sostenía una tensa relación con el presidente colombiano, decidió tomar rápidamente un rol protagónico en el asunto, anunciando el rompimiento de relaciones diplomáticas con Colombia y ordenando la movilización de 10 batallones a la frontera y el despliegue de la aviación militar venezolana. Así mismo, declaraba a Venezuela en alerta, y tachaba la acción colombiana como un “cobarde asesinato”. Entretanto, a Raúl Reyes lo adjetivaba de “buen revolucionario”, y solicitaba un minuto de silencio por su muerte, mientras que al presidente Uribe lo llamaba “criminal”, “mafioso” y “cachorro del imperio”.

En cuestión de dos días, tres países, entre ellos dos vecinos, rompían relaciones con el gobierno colombiano, y países como Brasil, Argentina e incluso Perú -que habría vivido en los años 90 la tragedia del terrorismo de Sendero Luminoso-, respaldaban la posición del presidente Correa. Sin embargo, ante el embate de Chávez y Correa, el Presidente Uribe reaccionaría con la descarga de una explosiva declaración, informando ante los medios de comunicación que se disponía a denunciar a Hugo Chávez ante la Corte Penal Internacional “por patrocinio y financiación de genocidas.” El anuncio tenía relación con información descubierta en los ordenadores que señalaba la potencial colaboración financiera del mandatario venezolano a las FARC. Colombia no respondería recíprocamente al movimiento de tropas venezolanas.

Así, mientras que Ecuador buscaba que la atención de la región y el mundo se centrara en la acción militar perpetrada por las fuerzas militares colombianas en su territorio, Colombia intentaba infructuosamente de llamar la atención sobre lo que la mayoría reconocen significaba un asunto de mucho más fondo y gravedad. Nada menos, que la existencia de un campamento permanente en territorio ecuatoriano de las FARC, en donde el segundo comandante de la organización (Raúl Reyes) se refugiaba despreocupado de la posibilidad de cualquier amenaza. A pesar de que la crisis se superó, y sin demeritar la importancia que jugaron la Cumbre de Río y la Organización de Estados Americanos (OEA) como escenarios efectivos para desinflar oportunamente el tempo de la situación, la verdad es que mientras los gobiernos vecinos de Colombia continúen coqueteando con las FARC, el problema que dio origen a la crisis seguirá vigente.

Pareciera que la información contenida en los ordenadores es veraz y por lo tanto explicaría el intempestivo cambio de actitud de Chávez, que ante la información que filtraba el gobierno colombiano, pasó del ataque a la rápida reconciliación. Habrá que esperar los resultados que emita la INTERPOL sobre su autenticidad. Por el momento, Chávez y Correa han desestimado su veracidad, insistiendo en que todo es un complot por parte del gobierno colombiano y los Estados Unidos; "Lo tuvieron (el computador) en sus manos durante varios días, con toda la tecnología de punta, de vanguardia. ¿Quién puede creer en esas pruebas?", decía Ramón Rodríguez, ministro del Interior de Venezuela. Aquel dictamen, cualquiera que este sea, generará una intensa discusión.

Sin embargo, este cambio de actitud seria crucial para lograr la resolución temporal de la crisis. Una vez reconciliado Chávez con su par colombiano, la mediación del gobierno venezolano en las negociaciones de la OEA jugaría un papel determinante en lograr que Ecuador moderara su posición y renunciara a su pretensión de incluir el término “condena” (inaceptable para Colombia) en la resolución que produjo la organización. Actualmente, mientras que las relaciones entre Colombia y Venezuela se han normalizado –y de paso las de Colombia y Nicaragua-, las tensiones entre Rafael Correa y el gobierno colombiano persisten y parece que no cederán en el corto o mediano plazo.

Es fundamental entender que Latinoamérica actualmente es una región polarizada en torno a lo que Estados Unidos representa y particularmente el gobierno de George W. Bush. El mundo cambio después del 11 de Septiembre de 2001 –Invasión a Irak, Abu Grahib, unilateralidad, ataques preventivos, etc.-, y no nos equivoquemos, el liderazgo de Estados Unidos frente al mundo también. En el caso de Latinoamérica, aun cuando todos los gobiernos mantienen relaciones diplomáticas con ese país, incluida la misma Venezuela que le exporta el equivalente al 60% de su petróleo lo que equivale al 11% de las importaciones de crudo de Estados Unidos, el sentimiento antiamericano ha avanzado notoriamente en la región. Por ejemplo, el sentimiento antiyanqui, ha jugado un rol preponderante en la política diaria de países como Venezuela, Bolivia y Ecuador, y hasta se podría decir que se ha constituido en un pilar central de varias de las plataformas ganadoras de los últimos ciclos electorales. Mientras que Colombia, sumida en el intento de solucionar su problema interno de violencia ha buscado en Estados Unidos su principal fuente de apoyo, entablando una estrecha relación con la potencia, Venezuela y Ecuador le han sido abiertamente confrontacionales.

El ataque, las reacciones de Colombia, Ecuador, y Venezuela, el contexto en que escala la crisis y la resolución de la misma evidencian una serie de dinámicas y realidades geopolíticas de enorme trascendencia para el futuro de la región. A continuación, revisaré algunos de los temas que jugaron un papel fundamental en el desenvolvimiento de la crisis, entre ellos, el concepto de soberanía, entendido desde una nueva realidad tras los ataques a la Torres Gemelas del 11 de Septiembre de 2001, el problema del crimen transnacional, particularmente el terrorismo y el narcotráfico, y por último, cómo la persecución de objetivos políticos internos dominó la toma de decisiones de los protagonistas, reflejando una preocupante ausencia de principios sólidos de cooperación entre las partes. En esta línea, el análisis se centrará en las particularidades y especificidades de las coyunturas políticas de Colombia, Ecuador y Venezuela.





martes, 8 de julio de 2008

Segunda reelección: ¿democracia o populismo?


Lanzarse a un tercer mandato para Uribe es caer en el populismo tropical, un disfraz de democracia legitimado por elecciones, es subordinar las instituciones a proyectos personales y continuar en la cultura del clientelismo. No ayuda al país y desacredita la democracia que tanto esfuerzo cuesta construir.


Fecha: 06/09/2008 –

“Todo poder que no reconoce límites crece, se eleva, se dilata, y, por fin se hunde por su propio peso”: Louis Cromenin

Algunos integrantes del partido de la U aprovecharon la espectacularidad de la marcha del 4F para hacer el anuncio de que se proponían a jugarse a fondo por la segunda reelección del presidente Uribe. Frescos de la vida, se tomaron el atrevimiento de cobrar a título partidista y personal su éxito -aproximadamente 9 millones de colombianos salieron para repudiar a las Farc-, reivindicándolo como medición de apoyo a favor de esta contraproducente propuesta. No habían pasado dos días.

Las intenciones de estos políticos no son las que dicen argumentar, supuestamente en favor de la profundización de la democracia colombiana y el respeto de la voluntad del pueblo; “que decida el pueblo” dicen ellos. De igual modo harán el caso del líder único que es Uribe e insistirán sin descanso sobre su inigualable capacidad para conducir el país “¿Para qué buscar la copia si tenemos el original? “ Sin embargo, no todo lo que brilla es oro y mal haríamos en perder de vista ejemplos cercanos como los del Perú de Fujimori y la Venezuela de Chávez. Al primero se le procesa actualmente por posibles crímenes de lesa humanidad, y aunque incierto el desenlace de la aventura chavista, la verdad es que su final no pinta nada bien. Tan sólo, dos ejemplos ilustrativos de cómo dando razones de fuerza mayor y nobles causas, se supedita el orden institucional al liderazgo de un gobernante carismático, y así sin menos, desdibujado el sistema de contrapesos, se hace agua la democracia. Y el país, igual o peor que cómo lo encontró ese líder inmaculado. El camino de la segunda reelección pensaría uno que va en contravía del país que queremos.

Pero para quienes apoyan la propuesta de reelección en el uribismo, nada de esto parece importarles. ¿Será que no se percatan? Me cuesta creerlo. Por el contrario, son conscientes de los daños que una propuesta de esta naturaleza le representa a la democracia colombiana: elimina los contrapesos institucionales que se acordaron en la Constitución del 91; va en contra de la vocación de apertura política de la Carta; centraliza el poder en el Ejecutivo; y personaliza el ejercicio del poder, entre algunos argumentos de peso. Por eso es claro que estos sólo pretenden proteger lo que equivocadamente han creído que es de ellos: las cuotas de poder y los beneficios políticos –que como parte de la coalición de gobierno — han obtenido durante la vigencia del actual gobierno.

Pero de nada valdrán los argumentos ante la obstinación de sus proponentes. Para ellos un simple “Uribe no es Chávez, ni Colombia, Venezuela” bastará. Y así, animados por los altísimos índices de popularidad del presidente (84 por ciento), se sentirán como quien va por autopista de seis carriles, y a bordo de una fórmula 1 en dirección a la meta. Cuéstele a Colombia lo que le cueste. Es precisamente por eso, que el llamado es a reconocer que la consolidación democrática y su fortalecimiento institucional, son los únicos y más poderosos instrumentos conque cuenta el país para buscar una resolución definitiva y duradera de su conflicto, y por supuesto, para avanzar hacia un futuro mejor.

El discurso del Presidente Uribe en Santo Domingo apuntaba en esta dirección. En el, recalcó una y otra vez sobre el carácter terrorista de las Farc, pero también y más importante aun, en el hecho de que en su legítimo derecho a combatirlas siempre lo ha hecho desde la democracia; “nuestra seguridad es desde la democracia” decía Uribe, y seguidamente “nuestra lucha contra el terrorismo se encuadra desde la democracia”. Ante sus argumentos, sus pares latinoamericanos mostraron caras reflexivas y de sincera preocupación, sugiriendo profundo respeto por sus palabras.

Este es un punto de fortaleza que tiene el Estado colombiano frente a los grupos ilegales que combate.

Ahora bien, si el uribismo lo que teme es el ascenso de la oposición, y ante ello justifica la segunda reelección de Uribe, claramente lo que se estaría dando es un cierre intencionado del sistema y la vulneración de sus garantías dispuestas en la Carta del 91. De cualquier manera, cualquiera que sea la razón, la aventura de la reelección producirá una intensa polarización que tan sólo contribuirá al fortalecimiento del bloque opositor. ¿Y después que? ¿Otra reelección? Y reflexionando un poco ¿No fue la naturaleza excluyente del Frente Nacional lo que por mucho tiempo legitimó y dio sentido político a la lucha armada de las guerrillas?

La reelección se aprobó, y acertadamente para quienes en su favor argumentaban sobre la necesidad de premiar los buenos gobiernos (que el pueblo los juzgara), y en la misma línea darle continuidad y sostenibilidad a políticas acertadas. El segundo mandato de Uribe ha sido instrumental y decisivo para consolidar la política de seguridad democrática que permitió propinarle en días recientes a las Farc, los golpes que ha sufrido esta guerrilla en 44 años de monte y guerra. Pero tan instrumental o más en ahogar sus aspiraciones ha sido la posibilidad de que la izquierda tenga un lugar respetado dentro del sistema político. Así lo testifica el avance del Polo en Colombia, y la conquista democrática del poder por la izquierda en la mayor parte de Latinoamérica.

La democracia colombiana debe salvaguardarse y en ello el presidente Uribe tiene la sartén por el mango. La pregunta es, o perpetuarse en el poder usando marchas y encuestas de opinión que justifiquen una nueva reelección o ceder el poder al final de su segundo mandato permitiendo que la democracia siga su curso de consolidación y fortalecimiento. El Presidente es consciente de lo que está en juego. Sin embargo, pareciera que contempla la idea, que no la deshecha, y por esa razón es ambiguo o calla cuando se le pregunta por el tema. Precisamente porque es un líder comprometido con los destinos del país, lo que haría del acto de desistir de la propuesta, su más grande gesto de generosidad y confianza en los colombianos y su democracia.

Lo contrario son los populismos tropicales, los disfraces de democracia legitimados por elecciones, la subordinación de las instituciones a proyectos personales y la continuación y profundización de la cultura del clientelismo, que poco ayudan a los países y mucho al descrédito de la democracia que tanto esfuerzo cuesta edificar.

http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=112557