viernes, 24 de abril de 2009

“La apuesta es ser Presidente”: ¿Porqué no ________ en el 2010?"




Si algo confirma el arribo de Uribe al poder en el 2002, siendo un total desconocido para gran parte del país, pero coherente y centrado en sus principales mensajes desde el día uno de su campaña, es que en la política no existe lo imposible; todo puede pasar. Asimismo, su victoria también comprobó que a pesar del innegable peso de las maquinarias en la política colombiana, éstas no están exentas de ser derrotadas. En el 2002 el voto de opinión fue el que mayoritariamente le dio la presidencia a Álvaro Uribe Vélez.

Uribe llegó al poder al margen de los partidos tradicionales, como un independiente –disidente del partido liberal-, duro con las FARC, pero también duro e insistente con su hoy devaluado NO a la politiquería y a la corrupción. Favorablemente, su plataforma de campaña encontró, en el contexto generalizado de violencia por el que atravesaba el país y los constantes agravios de las FARC al proceso de paz del Caguán, su más efectiva caja de resonancia. Por su parte, el desgaste histórico de los dos partidos tradicionales, trajo fortaleza a su mensaje. Pasaron los días, se acercaba el día de la elección, y este se hizo cada vez más pertinente, creíble y penetrante. El resultado es bien sabido por todos. Los colombianos le cogieron la caña, y votaron masivamente por él. Ni siquiera necesitó de una segunda vuelta. Ganó en la primera con el 53% de los votos.

Nunca como en aquel 2002 había sido tan clara la depreciación de los dos partidos tradicionales. Hoy, pasados 7 años, las opciones que ofrece el actual sistema de partidos no lucen nada mejor.

Visiblemente, la incertidumbre generada por la indecisión premeditada del Presidente de si aspira o no a un tercer mandato, ha llevado a que los partidos y sus potenciales candidatos entren en una dinámica electoral donde el cálculo prima, las agendas personales se pronuncian, las diferencias de criterio entre copartidarios se ventilan públicamente, las plataformas programáticas se tratan como poca cosa, y al cabo, la cohesión de los partidos se quiebra. Así es. Movimientos motivados por cálculos electorales y ambiciones personales, y que en su gran mayoría se forjan a partir de la estéril y polarizante dialéctica de Uribismo vs. Antiuribismo, dominan el momento político actual.

Se encuentra Colombia ante un fenómeno político de polarización que sistemáticamente actúa desviando los extremos más y más el uno del otro. Donde la descalificación del otro se exacerba y todo pensamiento distinto al mío se desecha. El debate se simplifica, el prisma a través del cual se observa la realidad pierde toda capacidad de distinguir colores, de ver matices. O se ve negro o se ve blanco, pero nunca gris. Contradictor equivale a enemigo. Unos defienden lo que se tiene apasionadamente, sin autocrítica, con soberbia, mientras que los otros, sólo piensan en hacer borrón y cuenta nueva, en refundar todo lo que ya existe, igualmente sin autocrítica pero con idéntica soberbia. No hay cabida para el examen objetivo de las cosas. Capturados por el fenómeno, nuestros actores políticos, desdeñan las lecciones de nuestra historia, y hacen caso omiso de accidentadas aventuras regionales.

Este es el cuadro. Desafortunado, pero son las opciones que ofrecen los partidos constituidos –Polo Democrático Alternativo, Liberales, Conservadores, y Uribistas- para el 2010. Y no sólo eso. El posicionamiento de estos partidos y sus candidatos de cara a las elecciones será tan incierto, que las opciones se harán incluso más difusas. Demasiadas son las variables, y demasiados los posibles efectos dependiendo de la dirección que tomen ciertas decisiones y eventos. La principal de todas, indudablemente si hay o no reelección. Pero enseguida, se vislumbra un sinnúmero de posibles situaciones que no podrán desestimarse. ¿Se irán definitivamente Lucho y Petro del Polo? ¿Dará Santos otro gran golpe a las FARC entre hoy y el día de su renuncia? ¿Se apartará Vargas Lleras definitivamente de Uribe? ¿Será la bendición de Uribe a Uribito el disparador de una inesperada, y para muchos, inconcebible alianza entre Vargas Lleras y Juan Manuel Santos, o incluso el retorno de uno u otro al liberalismo? ¿Cómo enfrentará el liberalismo la posibilidad de una eventual victoria de Piedad Córdoba en su consulta interna? La lista de preguntas es larga y abrumadora. La escasez de propuestas, francamente desoladora. Parte el alma.


Y sin embargo, dicen que de toda situación o crisis nace una oportunidad.

La de este pasaje, creo yo, atesorada en el hecho de que por los mismos efectos de la polarización, algunos de los políticos más importantes de origen y/o vocación independiente que ha tenido el país, están hoy sin casa, y hoy más que nunca son independientes. Bien porque así construyeron sus trayectorias, y como tal, así prefirieron sobrevivir, o bien porque eligieron alejarse del sinsentido de las opciones que hoy toman sus antiguos copartidarios, y de la amargura que convivir con sus prácticas y conductas les causa.

Es en este panorama, bajo una fórmula que recoja a este grupo de probados y curtidos políticos independientes, desde donde creo que se puede gestar la materialización de una opción alternativa. Una opción que refresque el debate para plantearlo en términos serios, en términos de propuestas. Por fuera de la infértil y destructiva lógica de los unos contra los otros. Con espacio para que quienes le apuestan a una manera limpia y decente de hacer política, sean de izquierda, centro o derecha, construyan espacios comunes. Sin ambigüedades. De cara a los problemas del país.

Por eso, esta es la oportunidad de aquellos que han osado desafiar la putrefacta tesis que insiste que sin maquinaria y clientelismo es imposible ganar, y quisieran hacerlo otra vez. La de quienes han creído y ejercido la política con pragmatismo, pero con idealismo al mismo tiempo. La oportunidad de aquellos que entraron a la arena pública bajo la profunda convicción de querer transformar y mejorar lo que ya existe. De individuos que bregaron por renovar los códigos de convivencia de nuestros ciudadanos por medio de pedagogía y educación, y la imaginación creativa de por ejemplo un mimo. También a través de bibliotecas, extraordinarios colegios públicos, ciclo-rutas, así como parques, espacios y eventos recreativos públicos para que todos pudiéramos disfrutar y sentirnos parte de lo mismo. De realizadores de promesas prácticas y revolucionarias en materia de transporte masivo. Es la oportunidad de los arquitectos de una Bogotá por la cual el país entero siente orgullo, pero que hoy por hoy, nos duele verla tropezar. De aquel que integró al proyecto de ciudad un enfoque con mayor conciencia social.

Es la oportunidad de aquellos que estuvieron su vida entera en la oposición, pero tuvieron el honor de fortalecer nuestra democracia cuando a través de ella conquistaron el poder, y entendieron que gobierno es representar a todos, y no sólo a los suyos. Es una oportunidad para aquel que dejó las armas para jugársela toda por la democracia. Definitivamente para los que sacrificaron su pertenencia a un partido ante la locura desatada por esta guerra fría de Uribistas y Antiuribistas y la bendita reelección. Y de quienes no resistieron tanto mesianismo, reeleccionismo y populismo, y se apartaron de Uribe a pesar de que por varios años batallaron con convicción a su lado. Es también la de aquellos que sufrieron reveses electorales ayer y hoy se encuentran al margen, pero esperan y saben que se merecen una nueva oportunidad.

Es ciertamente la oportunidad de personas que han sabido reconocer los aciertos de la Seguridad Democrática, pero que bajo la luz de los falsos positivos, las chuzadas, la infamia del DAS, y otras grietas de la política, tendrán el valor no sólo de señalarlas, pero además de hacerlo con el compromiso de proponer con ideas, propuestas claras para enmendarla y fortalecerla. Y urgentemente, la de quienes entienden que la guerra contra la ilegalidad y los grupos armados hay que darla sobre la base del fortalecimiento de nuestra actual constitución. No su debilitamiento.

Es el momento de personas que nos comunicarán con responsabilidad y franqueza por ejemplo sobre el inevitable impacto que tendrá y ya viene teniendo en nuestra economía la actual crisis financiera. Insólito. El mundo entero enfrentado a la peor crisis económica desde la Gran Depresión y la atención del país centrada, casi exclusivamente, en esta nueva peripecia reeleccionista. ¿Economía “blindada”? ¿La colombiana? Eso le decían poco tiempo atrás al país. Hoy, ante cifras implacables sobre la desaceleración de las exportaciones, y caídas en la tasa de empleo y producción industrial, esas mismas personas suplican “preservar la confianza”.

Es por todo esto y más, que se ratifica el inmenso valor que para nuestra sociedad tiene este grupo de personas. Porque a lo largo de sus carreras nos han invitado a pensar por fuera de lo aceptado y lo mediocre, y porque sus estándares no son los que impone un molde o la costumbre. Y sin embargo, sólo uno de ellos podrá ser presidente. Algo realizable y verosímil, sólo si en un punto atinado de este largo y difícil trayecto electoral, otros sacrifican sus aspiraciones para respaldarlo, y entregarlo todo a la construcción de esta iniciativa. Por supuesto, reconociendo quienes así lo hagan, que en el avance de esa candidatura no sólo se recogerá y reflejará el talento, los principios y la energía de todos, pero asimismo, el sueño que los une.

Me podré equivocar, pero creo que esa persona es Sergio Fajardo. Por su obra como alcalde de Medellín. Por sus mensajes. Por ese reto que se ha impuesto de demostrar que tiene las “condiciones para el liderazgo moral de Colombia.” Por su momento actual. Y necesariamente, porque de tiempo atrás, a pesar de que lo ridiculizaran o lo tildaran de quijote, se decidió a fondo, sin cálculos de reelección y Uribe de por medio, a recorrerse el país hasta alcanzar su meta. Ser presidente de Colombia en el 2010.

Los votos de las maquinarias se encuentran prácticamente contados y comprometidos. La fórmula del voto de opinión, aunque no obliga, y por lo tanto no es garantía de nada, tiene sí, sobre los elementos de la inspiración, la persuasión y la convocatoria el potencial de generar una verdadera bola de nieve. Este efecto es bien conocido por este grupo de personas. Sus éxitos electorales fueron fruto de este. Igual que Uribe en el 2002. Igual que Obama en el 2008. ¿Y entonces, por qué no Fajardo en el 2010?



Postdata: “Los "del medio" pueden provenir de distintas clases sociales, partidos políticos, corrientes ideológicas, movimientos cívicos, comunidades religiosas, organizaciones no gubernamentales, asociaciones regionales y personalidades públicas. Los "del medio" pueden estar tanto en el Estado como en la sociedad, en el gobierno como en la oposición, en las esferas intelectuales como en los medios de comunicación. Ahora bien, resulta indispensable que se movilicen mucho y bien, en particular en coyunturas de potencial polarización espontánea o urdida.”

Juan Gabriel Tokatlián

martes, 13 de enero de 2009

La Oportunidad Perdida con Uribe

Por Germán Sarmiento* en Semana.com

OPINIÓN“En contra de la Politiquería y la Corrupción” ¿Alguien se acuerda todavía de esta gran bandera de Uribe?
Jueves 11 Diciembre 2008



Álvaro Uribe Vélez tuvo la oportunidad de guiar al país con hacía un futuro mejor que el que nos ofrece con una nueva reelección suya en el 2010. A pesar de que la “reelección” en el 2006 fue valorada como algo positivo, principalmente por los significativos avances militares logrados frente a las Farc, me temo que el estilo ligero, mediático y coyuntural del Presidente en el manejo de los problemas nacionales, comienza a pasarle factura al país.

Haber subestimado los efectos de una reforma tan trascendental como la reelección, para que el Presidente de turno se quedara por un período más, suponía un enorme compromiso político de aquel a quien se le confiara tal excepcionalidad, de administrar responsablemente la institucionalidad de la reforma y el poder sobre el Estado que la misma le daba. Por sus grandes implicaciones, la reelección era en naturaleza una reforma estructural y NO la modificación de un articulito y listo. Por lo tanto, ella debía servir al Estado y a la sociedad colombiana no sólo para poner en cintura a los grupos armados ilegales y rescatar al país de la honda crisis de violencia y seguridad en la que se encontraba, sino también para el fortalecimiento y ordenamiento de su política y su andamiaje institucional.

Colombia es un país que vive muchas crisis simultáneas -violencia, política, valores, institucional, derechos humanos, social, etc-, donde el agravamiento de una automáticamente enreda la solución de las otras. En aquel entonces también existía la necesidad urgente de romper con las viejas costumbres políticas, reivindicar la cultura de la legalidad, y fortificar la institucionalidad. Hoy, ante el calvario de la parapolítica, la yidispolítica, la DMG-política, el año entrante será la ?-política, de escándalos como el del Presidente del Congreso y el del hermano del señor Ministro del Interior, y los falsos positivos, la necesidad es mayor.

Sin embargo, durante el trámite de la reforma en el Congreso, se dieron razones como la de darle continuidad a políticas acertadas, el cuento de que la democracia colombiana estaba lo suficientemente madura, que la soportaba un electorado adulto, que la fortaleza de sus instituciones resistiría dinámicas de concentración del poder, y por supuesto, que el país no permitiría el endiosamiento de su primer mandatario. A menos de un mes de terminarse el 2008, poco más de dos años de iniciada su segunda administración, nada de lo anterior se corrobora. Si algo, la desinstitucionalización de las reglas de juego de nuestra frágil pero perseverante democracia se profundiza ante la desquiciada pretensión de permitirle a Uribe otros cuatro años más en el poder.

Tristemente, no veo cómo se volverá a presentar una oportunidad tan extraordinaria como la que Uribe tuvo de enderezarle al país su errático deambular. Precedido por dos gobiernos –Samper y Pastrana- que los colombianos aspiraban a olvidar, y con la impresión en el mundo y entre los mismos colombianos de Colombia ser un “Estado fallido” a punto de resquebrajarse, Uribe llega al poder en el 2002 acompañado de una combinación de mensajes, rasgos de liderazgo, habilidad política y acciones con la que se invierte la percepción.

Las banderas que agitó en contra de los violentos –en particular las Farc- y contra la politiquería y la corrupción, el modo independiente como alcanza la Presidencia de cara a unos partidos tradicionales completamente en bancarrota, y la contundencia del respaldo electoral a sus propuestas, soportaban la ilusión. De la misma manera, la determinación que demostró en sus primeros años por avanzar sobre sus 100 puntos de gobierno, su carisma, su don para conectar con la gente y comunicar sus ideas, así como su entrega y dedicación a sus funciones, permitían pensar en que era posible. Y como si fuera poco, por primera vez un Presidente contaba con el privilegio de gobernar al país por cuatro años más. Los colombianos necesitábamos creer, y la oportunidad parecía dada.

Pero como dice el dicho, lo que comienza mal, termina mal. Y con la reelección, las cosas comenzaron mal desde su concepción. Desafortunadamente para esta reforma, tan aclamada por la mayoría, su gestación tiene lugar entre Yidis y Teodolindos, parapolíticos, despilfarro de embajadas y consulados, o en sumatoria, gracias a una irresistible poción afrodisiaca de clientelismo y politiquería. Cuando con el trámite de la reelección en el Congreso, Uribe cede al chantaje de sus mayorías, acolitando y haciendo parte de las mismas costumbres políticas que como candidato juró combatir; en ese momento, sentenció su punto de no regreso. Inmoló su independencia frente a la clase política, y en el camino empeñó hasta la última gota de autoridad moral para batallar en contra de la politiquería y la corrupción. Fue ahí, que se hirió de muerte la ilusión. Y desafortunado para Uribe como para el país, frente a aquella embrujadora poción, claramente no ha habido antídoto que despierte al Presidente como tampoco al país.

“En contra de la Politiquería y la Corrupción”

¿Alguien se acuerda todavía de esta gran bandera de Uribe? Nunca se volvió a enarbolar.

Pareciera que la realidad pudo más que el sueño y las promesas electorales. Decirlo es ciertamente más fácil que hacerlo. Sin embargo, para lograrlo se necesita de constancia, de disciplina y de sacrificio en lo político; se requiere apostarle el todo por el todo y a que el “todo vale” se condena, que el atajo no es la vía, y que el fin no justifica los medios. Porque la dura realidad es que los medios perversos inevitablemente nos corrompen el fin.

Colombia perdió una oportunidad única.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Indecisión Presidencial

La terca decisión de Uribe de postergar al máximo su decisión puede costarle caro.
El país entero está a la expectativa de la decisión que tome el presidente Uribe sobre si irá o no por una nueva reelección. Absolutamente todos, inclúyase el Uribismo, los del Polo, los liberales, las FARC, los paramilitares, los políticos investigados, las altas cortes, expresidentes, medios de comunicación, el empresariado nacional, la inversión extranjera, los presidentes de la región, la otra comunidad internacional, el ciudadano de a pie, en fin, esperan ansiosamente una decisión de su parte. Por obvias razones, tal y cómo sucedió para su primera reelección, comienzan a formularse hipótesis y posibles estrategias, dramáticamente distintas, bajo los escenarios alternativos de unas elecciones con Uribe como candidato o como presidente en salida.

Para el uribismo, y para Uribe mismo, son varios los riesgos que aparecen a primera vista cuando se considera el escenario hipotético de unas próximas elecciones sin candidato-Presidente en el tarjetón. Entre las preocupaciones, no se tenga duda, están la probada indisciplina, y la agrietada cohesión que ha caracterizado en estos años a la coalición de gobierno.

La espinosa convivencia de sus múltiples liderazgos, cada uno sintiéndose naturalmente en derecho de ser el próximo sucesor de Uribe, y el salpicón de corrientes que conforma sus filas, presagian una inminente y aparatosa puja interna, capaz de poner en serio peligro la unidad del Uribismo llegada la hora de la elección. ¿Cómo conciliar tanta aspiración y tanto ego, cuando al final, el presidente será sólo uno? ¿Ha oído alguien hablar de propuesta alguna sobre la necesidad de un proceso o mecanismo para escoger el candidato de esta colectividad? A este paso, pareciera que el reciente tic de Uribe de guiñar el ojo aquí y allá, será la institución que defina el asunto.

En este sentido, la terca decisión del presidente Uribe de postergar al máximo su decisión, y de mantener al país en suspenso por tanto tiempo, dilapidando de paso su enorme capital político y las oportunidades que la coyuntura ofrecía para construir un proceso certero y ordenado de transición para sucederlo, podrá costarle caro.

Innumerables son las preguntas que despierta este escenario. ¿Quiénes serán los más beneficiados de la ausencia de Uribe en el tarjetón? ¿Será suficiente el guiño del presidente para que quienes hoy lo acompañan secunden a su elegido o al elegido? Por ejemplo ¿Acompañará Germán Vargas Lleras una eventual candidatura de Juan Manuel Santos, y viceversa? ¿Lo hará Noemí, lo hará Uribito? ¿O será Vargas Lleras quien haga el guiño a los liberales si no obtiene la candidatura Uribista? ¿La división de la derecha favorecerá al Liberalismo, partido que ha buscado el centro, o al Polo, cuyas directivas prometen llevarlo más y más lejos de este? ¿Es la división del Uribismo la “hecatombe” de la que habla Uribe? ¿Y no es más bien tanta reforma con nombre propio el descalabro de nuestra democracia?

Mientras tanto, la falta de un horizonte claro, la ausencia de un terreno firme y estable para actuar en política, precisamente por la incertidumbre generalizada que ha suscitado la falta de claridad del presidente en esta materia, viene alentando la crispación de la actual coyuntura política del país. El aire de la política colombiana está contagiado de afán, desconfianza, mucha intolerancia, y en general, demasiada especulación. ¿Y será que en todo esto, nada tendrá que ver la recurrente pretensión de modificar el “articulito”?

viernes, 18 de julio de 2008

El Fatídico Año de tres Aliados y el Efecto Bumerang de sus Desaciertos: Piedad Córdoba, Hugo Chávez, y las FARC

(Piedad Córdoba habla en el Diálogo Interamericano, Washington DC, Enero 30, 2008)


Sobre el rol de Chávez en el proceso: "Tanto el intercambio humanitario como la paz entre la guerrilla y el Gobierno de Colombia definitivamente deben pasar por Caracas" Piedad Córdoba

En la tarde del 30 de enero del año en curso, casi 6 meses atrás, la senadora colombiana Piedad Córdoba expuso sus argumentos sobre el acuerdo humanitario y la mediación del presidente venezolano Hugo Chávez, en las instalaciones del Diálogo Interamericano en Washington DC. Sus planteamientos denotaron una innegable complacencia con la intervención de Hugo Chávez en los asuntos domésticos colombianos, y condescendencia con las FARC. Sobre el grupo irregular, evadió toda provocación de parte de los participantes del foro, que buscaron una declaración suya en términos descalificadores de la guerrilla y sus métodos. Mediación no puede y no debe ser sinónimo de absolución de violaciones a los derechos humanos. Pero dio a saber que fue víctima del secuestro, y que lo rechaza; nada más. Entre tanto, la invitada sostuvo que el presidente Venezolano estaba en su derecho de intervenir, siempre que los efectos del conflicto colombiano repercuten en su país. Y fue más allá. También afirmó, que el rol de mediación de Chávez en el acuerdo humanitario era inamovible. En su opinión, el éxito del acuerdo e incluso también de la solución del conflicto colombiano, dependía de la participación del venezolano en el proceso. Según lo manifestó en aquella oportunidad, la superación de estos asuntos de histórica trascendencia para Colombia pasaba por Caracas, sí o sí.

Las posturas de Córdoba han producido un rechazo profundo en los colombianos. Después de las FARC y Chávez, seguramente no hay un actor político más impopular en la política nacional que la senadora Córdoba. Para la mayoría de los colombianos, resulta incompresible que se le brinde avales a la guerrilla, se intente legitimar su causa, y tomar bando con quienes por ello abogan. Tanto la senadora como el presidente venezolano, tiñeron su capacidad mediadora tras violar en reiteradas ocasiones el principio de imparcialidad y objetividad que requerían sus labores. Claramente, imágenes de la senadora abrazándose con las camarillas de las FARC, o aplaudiendo las insólitas arremetidas de Chávez contra Uribe, cayeron muy mal entre los colombianos.

Por otro lado, las pruebas de supervivencia que en el mes de febrero se hicieron públicas, y que confirmaron las deplorables condiciones en las que las FARC mantienen a los secuestrados dejaron una profunda huella en la conciencia nacional. El desfile de imágenes de los secuestrados encadenados y el emblemático cuadro de Ingrid (hoy liberada), de aspecto lúgubre y humillada, pero digna, que dio la vuelta al mundo, eran evidencia irrefutable de las prácticas abominables que definen el diario operar de esta guerrilla.

Tanto la conmoción colectiva que causaron las imágenes, como las interminables e insólitas arremetidas de Chávez contra Uribe, llevaron a los colombianos a acercarse como nunca entre unos y otros, y a hacerlo aun más con su presidente. Del presidente Chávez, cuya beligerancia no cesaría sino hasta la Cumbre de Río, los colombianos ya desconfiaban. Y fue por ahí, tras la aparición de las computadoras de Raúl Reyes, que se desenmascaraba su turbia relación con las FARC. Simplemente irrebatible. El indignado y enfurecido exmediador, hombre de “paz” y liberaciones, no lo era en realidad.

El 1 de Marzo las FARC, pero igualmente Chávez, sufrieron un brutal revés. A Chávez, la desdicha de las computadoras le perseguirán sin descanso.

Gobierno y FARC no pueden bajo ningún pretexto ser objeto del mismo tipo de juicio por la suerte de los secuestrados. Así parece que finalmente lo ha entendido Chávez, ya sea por que la reflexión a ello lo condujo, o más probable, los hechos y sus propios reveses así se lo plantearon. Son las FARC las directas responsables de la vida de los secuestrados, y no hay justificación para exigirles nada diferente a la renuncia inmediata a los brutales métodos que utilizan. En buena hora, quienes en un principio eludieron hacer dicha exigencia, se han visto obligados a regañadientes a revisar y corregir posiciones.

Sobre la marcha del 4F: "No podemos marchar para un solo lado. Yo apoyo una marcha en favor del intercambio humanitario pero no una que busca exacerbar los ánimos" Piedad Córdoba

"Yo creo que esa marcha es de odio y de racismo, de clasismo y de exclusión.” Piedad Córdoba
4 de febrero de 2008

Es inconcebible. La senadora señalaba como uno de sus puntos centrales lo siguiente: que no existe diferencia entre los guerrilleros presos y los secuestrados en poder de la guerrilla. Para Córdoba, la retención de civiles, la de los miembros de la fuerza pública y la de los guerrilleros, es lo mismo, equiparando las razones y justificaciones por las que unos y otros son retenidos, y las condiciones del confinamiento de quienes están en las selvas con las de quienes se encuentran en las cárceles del país. En otras palabras, sugería que el estado colombiano incurría en violación de derechos humanos de la misma manera que las FARC. Como observador, no puede dejar de parecerme extraño la manera como Córdoba, que se autoproclama constantemente como una “luchadora social” y humanitaria, plantea las cosas. A pesar de la evidencia, de las cadenas, de la tortura, de las caras abatidas, del dolor de las imágenes, la senadora se negaba a reclamarle a las FARC.

Aunque disentir hace parte esencial de la democracia, para hacerlo, es imprescindible y deber hacerlo sin sofismas, sin cuentos chinos. Hay principios sobre los que no puede haber duda. Y por ello, resultaba incomprensible que una persona tan conocedora de la realidad nacional, se negara a acompañar la marcha en la que el 4 de febrero más de 9 millones de colombianos se tomaron las calles de toda Colombia, y plazas de muchas ciudades del mundo para protestar contra el secuestro y contra las FARC ¿Cómo no alzar banderas para gritar NO al secuestro, y NO a los violentos? Y ¿Cómo no alzar banderas para gritar SI a la vida, y Si a las vías democráticas? Estos principios no se negocian en una democracia. No obstante, y a pesar de la fuerza, de lo genuina y de lo sentida de la protesta, la senadora decidió referirse a ella como una “de odio, racismo y discriminación social”.


Sobre las FARC: “Es supremamente importante decirle a la sociedad colombiana y la sociedad humana de todo el mundo que las FARC son un ejército supremamente fuerte en este momento, que es muy sólido, tiene mucha gente joven, muchas mujeres,….existe un secretariado bastante consolidado…el conflicto está empatado en Colombia…son 57 frentes de las FARC… es una guerrilla que está viva y coleando.” Piedad Córdoba

Terminada la guerra fría, vivimos en un contexto histórico completamente diferente que parece indescifrable para las FARC. Pasa el tiempo y las posibilidades que el grupo tiene de incidir a través de una negociación con el gobierno sobre el modelo de sociedad que su plataforma ofrece, se reducen. Después de la operación “Jaque”, la capacidad negociadora y de presión de la guerrilla quedó moribunda.

Antes de los últimos golpes sufridos por el grupo guerrillero, el modelo autoritario del presidente Chávez, con su socialismo del siglo XXI que es todo y nada, su retórica bolivariana, antiimperialista, anti-neoliberal pero que en concreto va directo a empobrecer más a un país a pesar de su inigualable riqueza petrolífera, fue visto por las FARC como la mejor plataforma, efectiva en su juicio, y disponible a su alcance para retomar el oxígeno político que su miopía y sordera les impedía buscar por otros caminos. Una Venezuela sin industria, sin producción agrícola, con importaciones a la lata, con tozudos controles de precios que generan desabastecimiento y una inflación desbordada (la más alta en Latino América) que a quienes primero afecta es a los pobres, difícilmente parecía la solución a cualquier problema. Ni hablar del desmoronamiento de su democracia, de la corrupción rampante y generalizada de sus instituciones y la fuerte violencia e inseguridad que se vive en sus ciudades.

Pero en aquel entonces ni Córdoba, ni Chávez, ni las FARC se imaginaban el fatídico año que les esperaba. Primero, Chávez perdía el referendo del 2D, luego Chávez y las FARC perdían a Emmanuel, las FARC y aparentemente también Chávez perdían a Raúl Reyes, a la semana las FARC perdían a Iván Ríos, y en cuestión de semanas a su líder histórico Tiro Fijo. Adicionalmente a Ingrid, a los 3 americanos y a los 11 soldados. Y los colombianos y sus familias los recuperábamos. Paradójicamente tanto Chávez como las FARC perdieron su aura de invencibilidad en esta última coyuntura; el primero en el campo electoral, y las FARC en el campo militar. Estos duros golpes, aparecieron simultáneamente con las parlanchinas computadoras de Raúl Reyes y su valiosa información. Finalmente, para rematar, parece que las FARC también han perdido a Chávez; pero habrá que ver. ¿Será sincero su cambio de posición?


jueves, 10 de julio de 2008

Crisis Andina VI: Ecuador y Conclusion

Ecuador: Por la defensa de la soberanía nacional

Superadas las duras negociaciones de la OEA, y los fríos estrechones de mano y los abrazos distantes concedidos entre Uribe, Chávez, Correa y Ortega al concluir el debate en la Cumbre de Río, el ánimo retaleatorio del presidente Correa bajó, pero nunca se apagó. ¿Por qué?

Desde que estalló la crisis, el presidente ecuatoriano ha sostenido su reacción inicial de total indignación. La única excepción a su dura postura se presenció cuando el presidente Uribe le informara vía telefónica –la mañana del 1 de Marzo- lo que aconteció, momento en el que no hubo reclamo. Sin embargo, y aunque como máximo líder del gobierno ecuatoriano llevar a cabo la protesta era razonable y hasta obligatoria, los motivos que explican su persistencia y la severidad de sus términos se esconden en gran parte en la coyuntura política actual del Ecuador, y en la aceptación que su implacable defensa de la soberanía nacional produjo internamente. Al mismo tiempo, y a pesar de que su avanzada diplomática en busca de obtener respaldo internacional con su posición surtió efecto inmediato, llevándose un duro regaño Bogotá; su falta de deferencia con la causa colombiana, el trato secundario que le dio a la presencia del campamento de las FARC en su territorio, y su terquedad por insistir en dignificar la muerte del ciudadano ecuatoriano que murió junto a Raúl Reyes y que era un activo colaborador de las FARC, comienza a causarle problemas.

Al embarcarse en una línea tan condenatoria de la acción colombiana, el presidente Correa se cerraba asimismo espacio político necesario para poder rectificar posiciones, sin que ello afectara su credibilidad interna. Efectivamente, tamaña demostración de indignación lo obligaban a mantener un altísimo nivel de coherencia entre lo que decía y lo que hacía. Más, cuando la tesa defensa que llevó a la OEA a través de su canciller y personalmente a la Cumbre de Río, le representaron fácilmente la que podría ser la mayor muestra de apoyo recibida por presidente ecuatoriano alguno desde que la Gran Colombia se deshizo en 1830. Los ecuatorianos estaban orgullosos de su presidente y así lo demuestra el 80% de aceptación que le dieron las encuestas sobre su conducción de la crisis En el mismo sentido, la prensa y los medios de comunicación en general multiplicaron al unísono su voz de protesta.

Su apuesta por consolidarse internamente cobra sentido si se tiene presente la crisis de gobernabilidad que ha sufrido el país, y que se manifiesta vivamente en la altísima rotación presidencial de los últimos 10 años durante los cuales 8 presidentes han pasado por el sillón presidencial. Algo en promedio equivalente a la llegada de uno nuevo cada 15 meses. Y con mayor razón, cuando el proceso de reforme constitucional –fundamental para su proyecto político y plataforma para consolidarse en el poder- se encuentra en pleno trámite de aprobación.

Pero desafortunadamente la información de los ordenadores también lo compromete. Esta revelaba la realización de una reunión secreta entre su ministro del Interior y Raúl Reyes, con el agravante de que previamente los presidentes de los dos países (Colombia y Ecuador) habían acordado que cualquier movimiento ecuatoriano en el sentido de buscar la liberación de los secuestrados se haría única y exclusivamente si el presidente Uribe lo autorizaba. Al fin y al cabo es un tema que aunque interesa a varios países de la región y del mundo, entre ellos Francia, Estados Unidos, Venezuela, y Ecuador, es algo fundamentalmente del fuero colombiano. Así las cosas ¿Este tipo de reuniones no son igualmente violatorias de la soberanía Colombiana? ¿Qué fue exactamente lo que se discutió en esa reunión? ¿Por qué la necesidad de hacerla clandestinamente? En fin, son preguntas que por más de que el presidente Correa insista en que la reunión cumplía un propósito estrictamente humanitario, quedarán abiertas. A ello, se suma el hecho de que aquella información también habla de la entrega de recursos por parte de las FARC a su campaña presidencial. Sobre esto, el presidente Correa ha salido con total vehemencia a desmentir los nexos, y ha desestimado la posibilidad de que los ordenadores sobrevivieran un ataque de tales proporciones.

Sin embargo, con el paso de las semanas el presidente Correa se ha visto obligado ha responder progresivamente por el tema de las FARC. En este sentido, no abordar el tema con suficiente firmeza desde el principio, y tratarlo como secundario y hasta irrelevante en comparación con el agravio que se cometió contra la patria, lo han puesto no sólo en situaciones incómodas con la prensa internacional, sino que ya motivaron el remezón más fuerte al interior de su gobierno desde su posesión. Este último, por cuenta de un enfrentamiento entre el presidente y sus altos mandos militares sobre información con la que contaban sus agencias de inteligencia que le fue entregada inoportunamente, señalando la complicidad de Aizala con las FARC. El presidente ya había hecho de la dignificación de su muerte un punto de honor. Ante el desatino que esto representaba, el presidente decidió recriminar fuertemente a los suyos en vez de rectificar, denunciando infiltración de la CIA en la institución, a lo que los altos mandos respondieron exigiéndole un “diálogo frontal y transparente”. Como resultado, la totalidad de la cúpula militar, y con ella, el ministro de Defensa se despidió.

Por último, mientras escribo estas últimas palabras el presidente Rafael Correa hace un anuncio que marca una profunda rectificación de su posición con las FARC. Sus palabras, pronunciadas después de más de 45 días de cometido el ataque, son enfáticas en advertirle a las FARC que cualquier incursión de ellas en territorio ecuatoriano se considerará una “acción de guerra” a la que responderán con toda determinación. Un momento importante sin duda, que permite pensar en la posibilidad de un diálogo más sensato en el futuro cercano entre dos países que se necesitan mutuamente y que de nada se benefician cuando la derrota del uno, se convierte en la victoria del otro.

Conclusión

Finalmente, pareciera que comenzamos a divisar la manifestación de posturas más firmes, no sólo frente al intervencionismo de Chávez en los asuntos internos de los otros países, sino también, frente a la obligación que se deben los países de cooperar ante fenómenos transnacionales, como el terrorismo y el narcotráfico. La posición sentada el 25 de Abril por Celso Amorim, Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, nos invita a pensar así cuando en vísperas de una cumbre Chávez-Lula recalcó que Brasil “discrepa totalmente de la posición del presidente de Venezuela en relación a las FARC como fuerza beligerante” y señalaba que tanto su gobierno como su presidente no son neutros entre las FARC y el gobierno de Colombia.


Este es un gesto de enorme firmeza, pero al mismo tiempo de enorme tacto de Brasil hacia Colombia y Venezuela. Con él, denota una enorme inteligencia diplomática del que debieran tomar nota todos los países del hemisferio, en tanto reconoce la importancia de ejercer una política exterior balanceada y ecuánime entre el trato que se deben los países vecinos, y el debido respeto que en términos realistas se merece Estados Unidos. Mientras que Colombia ha descuidado su política exterior dentro de la región, depositando de manera desproporcionada sus esfuerzos en Estados Unidos, y por ende dependiendo del vaivén de su política interna, Venezuela y su bloque de países amigos han abusado de su retórica antiimperialista y divisoria, combustionando la región, y radicalizando de paso sus propios procesos políticos internos. Por último, la marginalización de Estados Unidos en la crisis, como bien hace en señalar el reconocido analista de la región Peter Hakim, demuestra que Latinoamérica ha dejado de ser su “patio trasero”.

Crisis Andina III: Venezuela

Venezuela: Hugo Chávez: De la beligerancia a la abrupta reconciliación

¿Por qué se mete Hugo Chávez en la pelea?


La decisión del presidente Chávez ha sido interpretada por algunos como un gesto de solidaridad con Correa, y/o con las FARC, y por supuesto un acto de retaliación contra Uribe a quien no le perdona que lo haya removido de su rol de mediador en el acuerdo humanitario colombiano. Otra versión que cada día adquiere más adeptos es que la reacción obedece a una fórmula de distracción para movilizar apoyo interno a su favor. Mi hipótesis es que hay de todas un poco, y el grado de aplicabilidad de una u otra teoría varía a medida que la crisis evoluciona

En el momento de sucederse el ataque los márgenes de aceptación del presidente Chávez eran un pobre 34% frente al 67% de principios de 2005 según lo registró la firma Datos. Por otra parte, el pasado 2 de Diciembre el presidente recibió su primera derrota electoral en muchos años, cuando el NO derrotó su Referendo eliminando su posibilidad de reelección indefinida. Frente a estos hechos Chávez buscaba: primero, distraer la atención sobre el caos interno, y segundo, despertar un sentimiento nacionalista con el propósito de recoger apoyo a su favor ante la “amenaza” de agentes externos. Esto último, con el fin de ganar el impulso necesario que le permita obtener una victoria significativa en los comicios regionales de Noviembre, y recuperar el terreno perdido frente a una oposición que después de estar muerta en vida, se viene revitalizando.

En este sentido, los resultados de su incursión en la crisis fueron sin duda decepcionantes. Mientras que Uribe y Correa, vieron cómo rápidamente la opinión pública, los diferentes sectores políticos (incluso los de oposición), y la ciudadanía en general les brindaba un decidido espaldarazo, lo mismo no ocurrió con Chávez. Por el contrario, la naturaleza divisoria de su liderazgo ha radicalizado tanto la política venezolana, y su reacción de movilizar tropas fue tan desatinada, que la oposición no sólo no lo apoyó, sino que convencidamente tomó lado con Colombia, reprochando lo que reconocían era un acto de enorme irresponsabilidad con fines netamente políticos y electorales.

La cara más visible de la oposición del presidente Chávez en la actualidad, es su otrora ministro de defensa y quien fuera uno de los generales que replegaron el intento golpista en su contra durante el mes de abril de 2002, el General Baudel. El lleva la voz más crítica de su aventura bélica, y de ello dejó constancia, cuando ante la orden de movilizar las tropas por parte de Chávez, este instaría enfáticamente al ejército venezolano a no ceder ante los intentos del presidente de utilizarlos ““como brazo ejecutor de acciones con fines políticos y personalistas” ya que no existe “un enemigo ni acción, que viole la soberanía ni lesiona los intereses de la nación para que se justifique una guerra”.

¿Por qué desiste y acude rápidamente a restablecer relaciones con su homólogo colombiano, de paso, dejando en el camino a su aliado ecuatoriano?

Durante los últimos meses el Presidente Chávez no ahorró adjetivos y epítetos contra el Presidente Uribe, en una insólita exhibición de obstinación por recordarle que de ninguna manera lo perdonaba por haberlo retirado de su rol como mediador del proceso del acuerdo humanitario. En adelante, Chávez no desperdiciaría oportunidad para insultarlo, y por supuesto, el ataque en suelo ecuatoriano no sería la excepción.

Pero de repente, cuando la crisis Ecuador-Colombia se encontraba en su clímax -que claramente su retórica y movimiento de tropas agravó- todo cambió. Inesperadamente para la mayoría, el presidente Chávez se presentó a la Cumbre de Río desplegando una enorme voluntad pacifista y de reconciliación. Durante la Cumbre, no habría un solo improperio de su parte hacia el presidente de Colombia. Algo remarcable, ya que incidentes como la reunión general de Naciones Unidas de 2007 en la que tuvo el brío de llamar a George W. Bush “el diablo”, demuestran que el protocolo diplomático, comúnmente respetado por todos los mandatarios del mundo en estas instancias, no es precisamente un móvil de circunspección para Chávez.

Curiosamente, el giro en su retórica y comportamiento coincidió con la revelación de la información encontrada en los ordenadores. Con todo y que previamente el presidente Chávez había venido manifestando un desproporcionado y abierto respaldo a las FARC, llevando a los colombianos a sospechar de la sinceridad de sus intenciones en el proceso de la liberación de los secuestrados, hasta el momento no eran más que sospechas. En términos concretos, no existía nada lo suficientemente contundente y sólido, que constatara lo que sin duda sería una conducta no sólo irresponsable, sino hasta criminal y malintencionada del presidente Chávez contra el gobierno democráticamente elegido de Colombia.

Por otro lado, para los otros países de la región que concuerdan con la necesidad de mantener buenas relaciones con Chávez, pero que no tienen previsto ni aspiran a ser parte del proyecto Bolivariano sencillamente por que no lo comparten, la existencia de esta alianza genera alarma. La lógica es la siguiente: si a la interferencia abierta de Hugo Chávez en las elecciones de otros países y otros asuntos internos, se suma la posibilidad de una política de injerencia a través de grupos irregulares de clara vocación desestabilizadora en contra de gobiernos legítimos, el cóctel cobra una peligrosidad simplemente imposible de obviar. El punto se agrava aún más cuando se incorpora al análisis la estrecha coexistencia que las FARC tienen con el negocio del narcotráfico. Por lo tanto, la confirmación de nexos de este tipo, que claramente van más allá de brindarle a las FARC una plataforma política ante la eventualidad de una negociación política con el gobierno de Colombia, pondría seriamente en entredicho su compromiso de lucha contra este negocio ilegal. Ello, reforzaría aun más la necesidad de tomar distancia de su proyecto político, pronunciando la posibilidad de su aislamiento, y por lo tanto, golpeando fuertemente su posición de poder dentro del concierto latinoamericano de naciones.

En cuanto a los efectos internos, el hecho podría significarle más problemas de los que actualmente resiste. Ante la delicada situación de escasez de alimentos, de creciente inflación, y de alarmantes niveles de inseguridad, resulta casi imposible concebir que los venezolanos no le reprochen el desvió de importantes sumas de recursos públicos a destinatarios como las FARC. Ya eran bastantes las críticas por parte de la oposición y el malestar generalizado entre los venezolanos por cuenta de las excéntricas campañas diplomáticas del presidente Chávez, en las que suministraba petróleo barato, el petróleo de los venezolanos, a los pobres de ciudades como Londres o Nueva York.


En últimas, el pragmatismo de Chávez prevaleció. En ese sentido, ante el reconocimiento de tanto daño, prefirió buscar la reconciliación con su par colombiano.

Crisis Andina II: Colombia

Colombia: “Ningún gobierno se va a quedar con los brazos cruzados siendo testigo de cómo sus nacionales son asesinados desde el otro lado de la frontera.” (Fernando Araujo, Canciller colombiano, Marzo 26)

Ante la magnitud de la avalancha diplomática que tuvo que enfrentar el gobierno colombiano tras el episodio del ataque, claramente interpretado por la región como una violación a la soberanía de Ecuador, resulta fundamental entender por qué Colombia lo llevó a cabo a pesar de las consecuencias diplomáticas que este podría significarle.

A pesar de que el gobierno reconoce que violó la integridad territorial de su vecino, y por ello presentó excusas reiterativamente, este insistirá en que en ningún momento la acción iba dirigida a los ecuatorianos. Por el contrario el ataque apuntaba directamente al campamento de las FARC.

Colombia defendía su caso bajo el principio de la legítima defensa en contra de una organización terrorista, cuyo principal objetivo no es otro que derrotar a un gobierno que ha sido democráticamente elegido. Por esta razón, el bombardeo se realizaba en nombre de su “seguridad nacional”, y se justificaba ante la realidad de que son las FARC, las que en primer lugar no respetan fronteras. En este marco, el presidente Uribe, su canciller, y su embajador ante la OEA, señalaron una y otra vez la obligación que tienen todos los países de darle cumplimiento a la resolución 1373 de 2001 de Naciones Unidos, que insta a los gobiernos a impedir “que quienes financian, planifican, facilitan o cometen actos de terrorismo utilicen sus territorios respectivos para esos fines, en contra de otros Estados o de sus ciudadanos”.

El gobierno colombiano, liderado por el Presidente Uribe, estaba plenamente dispuesto -lo cual no quiere decir que necesariamente preparado- a pagar el costo diplomático de la acción militar en suelo ecuatoriano. Desde que Álvaro Uribe tomó posesión el 7 de Agosto de 2002, su compromiso de combatir a las FARC sería una de las prioridades de su plataforma de gobierno, justificado sobre el claro mandato que el pueblo colombiano le daba de hacerlo. En consecuencia, la reelección presidencial (prohibida en la Carta Constitucional de 1991) se aprobaría en el 2004 bajo el argumento de darle continuidad y sostenibilidad particularmente a su política de “Seguridad Democrática”, cuyo principal objetivo es la recuperación del monopolio del uso legítimo de la fuerza y la “restauración” de la presencia territorial del estado. No sobra recordar que dicha política ha sido el fundamento de su altísima popularidad cuyos márgenes de aceptación a lo largo de 6 años han sido en promedio superiores al 60% y alcanzaron una cifra record de 84% durante la actual crisis. Así mismo, tasas de crecimiento económico record que en 2007 alcanzaban el 6.80% han fortalecido su posición.

Caso distinto es el de las FARC, que no en vano, fueron el motivo de inspiración de la movilización más multitudinaria en la historia del país. El 4 de Febrero, más de 9 millones de colombianos salieron a las calles de las principales ciudades del país, y se congregaron en plazas de muchas otras ciudades del mundo como Washington, Madrid, París, Caracas, e incluso Quito, en protesta por las atroces prácticas con las que comulga este grupo guerrillero. Además de su significativa participación en el negocio del narcotráfico para financiar su actividad militar, las FARC también son responsables del mayor reclutamiento de niños y niñas entre los actores del conflicto, y los mayores secuestradores del mundo con más de 700 secuestrados en su poder. Entre ellos, 3 estadounidenses, y la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, también de nacionalidad francesa. Su extenso historial criminal incluye acciones como: la bomba del Club el Nogal en Bogotá, en la que mueren 36 personas y más de 200 quedan gravemente heridas; la masacre de Bojayá en 2002 en donde 119 civiles mueren calcinadas por “cilindros bomba” lanzados por las FARC al interior de una iglesia; y la ejecución de 11 diputados de la Asamblea del Valle en 2007; entre sólo algunos. Tanto el repudio de los colombianos hacia las FARC, como el calificativo de terroristas dado por los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, no son gratuitos.

Por todo lo anterior, el gobierno colombiano creyó tener razones suficientes para justificar su acción. No obstante, la lenta reacción que tuvo para contener la avanzada diplomática del presidente Correa, nos lleva a pensar que subestimó la respuesta de la comunidad internacional, reflejando la inexistencia de una estrategia diplomática internacional efectiva para vender la causa colombiana en el exterior. La revista colombiana SEMANA resume la situación de la siguiente manera: “a pesar de tener suficientes argumentos a favor de la acción militar contra el campamento de las FARC en donde se encontraba ‘Raúl Reyes’, (Colombia) está perdiendo la batalla diplomática para justificar este acto ante la comunidad internacional.”

De todas maneras, dar muerte a Raúl Reyes, reconocido como el incuestionable sucesor del envejecido Manuel Marulanda Vélez alias “Tirofijo” (máximo líder de la organización), era un triunfo monumental para el gobierno. Los mismos analistas del conflicto armado confirman este golpe como el de mayor impacto en los casi 50 años de vida de las FARC. Por ello, es lógico concluir que incluso ante la inesperada reacción de la comunidad internacional –desde la perspectiva colombiana-, el gobierno colombiano pagaría lo que le costase el precio de su acción. Confirmado el paradero exacto del líder guerrillero, no había lugar para abortar o poner en riesgo la misión. Era una decisión irreversible, y la falta de aviso previo al Ecuador, una clara señal de desconfianza.

Es tan significativo el golpe, que a pesar de los resultados que venía obteniendo el actual gobierno contra miembros de la cúpula de las FARC (Simón Trinidad, Sonia, Negro Acacio, Rodrigo Granda, Martín Caballero), nada lograba cambiar el imaginario de los colombianos con respecto a la imposibilidad de derrotar militarmente a la guerrilla. Con la muerte de Raúl Reyes, y en menos de una semana la muerte de Iván Ríos –el séptimo hombre del secretariado en la línea de mando- a manos de uno de sus propios hombres, esto cambió en Colombia.

Hoy ya hay quienes afirman que el mito de “la invencibilidad” de la guerrilla ha caído, incluso a pesar de que 40 años de guerra son muchos para señalar con tanta confianza la eminente proximidad del fin de las FARC. No obstante, la verdad es que la organización atraviesa un momento crítico, y su moral debe estar muy afectada tras este par de bajas. El analista militar Eduardo Pizarro Leóngomez personifica este sentimiento cuando sostiene en su columna semanal del diario colombiano El Tiempo que “no es un exceso de optimismo afirmar que nos estamos acercando al final de conflicto armado” ya que “a la desmovilización colectiva de las Auc se añade el debilitamiento creciente del ELN y de las FARC.” No obstante, dicho fin estará expuesto a prolongarse, si es que los vecinos de Colombia persisten en desconocer la responsabilidad que les atañe, y que se deben a si mismos, de cerrarle decididamente los espacios –políticos, territoriales, económicos- a organizaciones como las FARC.

Habiendo quedado clarísima la posición de la comunidad internacional sobre la inviolabilidad de las fronteras cualquiera que sea el pretexto, sobre todo en una región de tantos diferendos limítrofes (Chile: Bolivia, Chile: Perú, Colombia: Nicaragua), los asuntos que quedaron pendientes (los puntos de Colombia) prometen tener unos efectos colaterales de enormes consecuencias que tarde o temprano tendrán que enfrentarse. La información de los ordenadores es algo que todos aquellos que han sido antagonizados por Chávez, entre ellos, el presidente Uribe, la oposición venezolana, los Estados Unidos, etc., no dejarán ir así de fácil.